Líderes de todo el mundo piden una respuesta común contra el virus 

  08 Abril 2020    Leído: 468
Líderes de todo el mundo piden una respuesta común contra el virus 

Expresidentes y ex primeros ministros de 70 países, así como relevantes personalidades del mundo de la economía y de las relaciones internacionales, exigen un liderazgo global que actúe con urgencia para evitar que el coronavirus se extienda y reaparezca en zonas vulnerables de Asia, África y Latinoamérica.

Decenas de exjefes de Estado y de Gobierno, junto con destacados diplomáticos, académicos y otras relevantes figuras en las relaciones internacionales, exhortan a los Ejecutivos del G20 a elaborar una respuesta conjunta al formidable desafío sanitario y económico que plantea la pandemia a escala global. Frente al actual panorama de acciones nacionales y dificultades en articular una reacción común incluso en bloques homogéneos como la Unión Europea, los firmantes postulan propuestas internacionales para superar el mayor reto global en décadas.

En el apartado sanitario, el manifiesto propone la convocatoria de una conferencia de donantes para, entre otras cosas, ofrecer apoyo financiero a los países con los sistemas de sanidad más débiles. En el económico, fortalecer la capitalización del Banco Mundial y otras instituciones financieras regionales, incrementar los fondos para agencias de la ONU que ayudan a los desfavorecidos y condonar a los países más pobres el pago de la deuda de este año.

Entre los firmantes figuran el ex secretario general de la ONU Ban Ki-moon, los expresidentes de la Comisión Europea José Manuel Barroso y Romano Prodi, los expresidentes del Gobierno español Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, los ex primeros ministros británicos Gordon Brown (uno de los tres primeros signatarios), Tony Blair y John Major, y una plétora de destacadas personalidades de la política y otros sectores. A continuación, lea la carta completa al G-20.

Manifiesto para una acción conjunta contra la pandemia
Escribimos para pedir una actuación inmediata coordinada a nivel internacional —en los próximos días— para hacer frente a las graves crisis sanitarias y económicas mundiales derivadas de la Covid-19.

El comunicado hecho público tras la cumbre extraordinaria de los líderes del G20 el 26 de marzo de 2020 reconoció la gravedad y la urgencia de la crisis de salud pública y la crisis económica, pero ahora necesitamos medidas inmediatas y específicas sobre las que podamos ponernos de acuerdo de inmediato y en la dimensión necesaria: ayuda de emergencia para las iniciativas mundiales de salud emprendidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y medidas de emergencia para restablecer la economía en todo el mundo. Para ambas cosas es necesario que los líderes mundiales se comprometan a financiar cantidades muy superiores a la capacidad actual de nuestras instituciones internacionales.

En 2008-2010, la crisis económica inmediata pudo superarse cuando se hizo frente a la línea de fractura económica: la subcapitalización del sistema bancario mundial. Ahora, sin embargo, la emergencia económica no podrá resolverse hasta que se haya resuelto la emergencia sanitaria; y esta no se acabará solo con vencer a la enfermedad en un país, sino garantizando la recuperación de la Covid-19 en todos los países.

Todos los sistemas de salud —incluso los más avanzados y mejor financiados— están tambaleándose bajo la presión del virus. Ahora bien, si no hacemos nada mientras la enfermedad se propaga por ciudades pobres de África, Asía y Latinoamérica y en comunidades frágiles con muy pocos equipos para realizar pruebas, respiradores y suministros médicos, y en los que el distanciamiento social e incluso el lavado de manos son difíciles de garantizar, el coronavirus persistirá en esas zonas y reaparecerá para atacar el resto del mundo con nuevos brotes que prolongarán la crisis.

Los líderes mundiales deben ponerse inmediatamente de acuerdo en dedicar 8.000 millones de dólares —según lo previsto por la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación— a cubrir los vacíos más urgentes en la respuesta contra la Covid-19. Las partidas deberán ser las siguientes:

1.000 millones de dólares este año para cubrir las necesidades urgentes de la OMS: con ellos, podrá desempeñar plenamente sus cruciales funciones. Aunque la OMS ha hecho un llamamiento público y 200.000 personas y organizaciones ya han aportado generosamente más de 100 millones de dólares, no podemos pretender que dependa exclusivamente de las donaciones benéficas.

3.000 millones de dólares para vacunas: La Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) está coordinando los esfuerzos internacionales de investigación para desarrollar y producir en masa vacunas eficaces contra la Covid-19. La Alianza Global para Vacunas e Inmunización (GAVI) tendrá un papel fundamental en la adquisición y distribución de dichas vacunas, y necesita 7.400 millones de dólares para su reabastecimiento, que habrá que financiar.

2.250 millones para tratamientos terapéuticos; el Acelerador Terapéutico para la Covid-19 tiene la intención de distribuir 100 millones de tratamientos antes de que termine 2020, y necesita dinero para desarrollar y extender rápidamente el acceso a dichas terapias.

En lugar de que cada país, estado o provincia compita por una parte de las reservas existentes, con el riesgo de un rápido aumento de precios, debemos aumentar la oferta, para lo que es necesario ayudar a la OMS a coordinar la producción y la adquisición mundial de suministros médicos, como tests, equipos de protección individual y tecnología de telecomunicaciones, con el fin de cubrir la demanda mundial. También habrá que reservar recursos para acumular y distribuir material esencial.

Se debería dar acceso a los acuerdos de canje de divisas a un grupo más amplio de bancos centrales, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) debería firmar acuerdos de canje con los principales bancos centrales. Además, el Fondo debería utilizar esas reservas de divisas fuertes y establecer su propio instrumento de canje para ofrecer ayuda financiera de emergencia a los países emergentes y en desarrollo. Pero es vital que, para evitar despidos masivos, las garantías que se ofrezcan en cada país vayan inmediatamente acompañadas de la puesta en práctica de la ayuda a las empresas y las personas por parte de los bancos locales.

Las economías emergentes —y en particular, las de los países más pobres— necesitan una ayuda especial, entre otras cosas para asegurar que los recursos lleguen a todos los perjudicados por el drástico descenso de la actividad económica. El FMI ha dicho que va a movilizar todos sus recursos. Debería haber una asignación adicional de 500.000 – 600.000 millones de dólares en forma de Derechos Especiales de Giro (DEG). Al mismo tiempo, para garantizar que cada país tenga suficiente financiación, recomendamos a los miembros del FMI que permitan que se excedan los límites de la cuota de préstamo en los países más necesitados.

Asimismo se necesitarán otros 35.000 millones de dólares, tal como ha destacado la OMS, para ayudar a países con sistemas de salud más débiles y poblaciones especialmente vulnerables; entre otras cosas, para suministrar material médico fundamental, dar más apoyo al personal sanitario nacional (el 70% del cual, en muchos países, lo forman mujeres mal remuneradas) y reforzar la resistencia y la preparación de cada país. Según la OMS, casi el 30% de los países no tienen planes nacionales de respuesta a la Covid-19, y solo la mitad dispone de un programa nacional de prevención y control de las infecciones. Los sistemas de salud en los países de rentas más bajas tendrán más dificultades, y las estimaciones más optimistas del Imperial College de Londres indican que se producirán 900.000 muertes en Asia y 300.000 en África.

Proponemos que se convoque una conferencia mundial de donantes —con el respaldo de un Grupo de Trabajo Ejecutivo del G20— para asignar recursos a estas urgentes necesidades sanitarias mundiales.

Medidas económicas mundiales
Los Gobiernos nacionales han trabajado mucho para contrarrestar la caída de sus economías. Pero un problema económico mundial exige una respuesta económica mundial. Nuestro objetivo debe ser impedir que una crisis de liquidez se convierta en una crisis de solvencia y una recesión mundial se convierta en una depresión mundial. Para ello se necesitan con urgencia iniciativas fiscales, monetarias, de bancos centrales y antiproteccionistas que estén más coordinadas. Los ambiciosos estímulos fiscales de algunos países serán más eficaces si los acompañan todos los demás países que estén en situación de implantarlos.

El Banco Mundial y muchos bancos regionales de desarrollo se han recapitalizado recientemente, pero será necesario inyectar más dinero. Es probable que —como ocurrió en 2009, cuando solo el gasto del BIRF pasó de 16.000 millones a 46.000 millones de dólares— sea necesario ampliar mucho más los recursos disponibles, tanto para el Banco como para los bancos regionales de desarrollo.

Para poder cumplir con sus responsabilidades de ayuda humanitaria, para atender a los refugiados y las personas desplazadas, cuya situación seguramente va a volverse desesperada, y para no olvidar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los organismos de la ONU han hecho esta misma semana un llamamiento para recaudar 2.000 millones de dólares que se necesitan urgentemente.

La comunidad internacional debería renunciar este año a los pagos de la deuda de los países más pobres, incluidos 44.000 millones de dólares que debe África, y pensar en una condonación para el futuro. con el fin de dar a los países pobres el margen fiscal necesario para afrontar los efectos sanitarios y económicos de la pandemia de Covid-19. Pedimos al G20 que encargue al FMI y el Banco Mundial que vuelvan a evaluar la sostenibilidad de la deuda de los países afectados.

Estamos de acuerdo con los líderes africanos y de los países en desarrollo en que, dada la amenaza existencial que se cierne sobre sus economías, el vuelco cada vez mayor que van a sufrir su sustento y su educación y su limitada capacidad para resguardar a las personas y a las empresas, se necesitarán al menos 150.000 millones de dólares para crear redes de protección sanitaria y social y otras ayudas urgentes.

Estas partidas de dinero deberían aprobarse de inmediato, ponerse en marcha bajo la coordinación de un Grupo de Trabajo Ejecutivo del G20 dentro del Plan de Actuación del G20 y quedar plenamente confirmadas en las próximas reuniones del FMI y el Banco Mundial. Las dos instituciones económicas principales deben recibir garantías de que habrá más aportaciones económicas bilaterales y se acordará la necesidad de nuevas inyecciones de capital.

La solución a largo plazo implica una drástica reflexión sobre la salud pública mundial y la transformación —con los recursos necesarios— de la arquitectura sanitaria y financiera del mundo entero.

La ONU, los Gobiernos de los países del G20 y las partes interesadas deben trabajar codo con codo para coordinar las actuaciones posteriores.

elpais


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